La llegada del primer hijo siempre es un momento de ansiada felicidad, el deseo de ver cómo será, cómo se escuchará su llanto y el inicio de planes para una nueva vida con un miembro más. Así vivían la espera Jaime Jenkins, de 23 años, y su novio, Jakob Lang. Pero en la duodécima semana de embarazo, les dijeron que las cosas no iban bien.
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