"Las primeras veces tenía vergüenza porque todos me miraban, pero es normal", confesó Basilio, aunque entendía la situación, puesto que no es común que una persona con movilidad reducida asuma una tarea de tanta responsabilidad.
Otra preocupación de Basilio era la falta de casa propia, puesto que la que tenía, la presta el Estado a los médicos provinciales, y si el fallecía o dejaba de trabajar, su esposa e hijos se quedarían sin hogar. Pero la buena fortuna fue que al conocerse su historia, un Senador hizo lo posible para que Basilio obtuviera una casa.
Desde la vuelta al quirófano hasta la fecha, él y su equipo han realizado más de 100 cirugías exitosas, tanto en el hospital como en el ámbito privado, demostrando que una discapacidad no nos pone límites, los límites los ponemos nosotros.
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