Cuando Phoebe Gill, de 24 años, vio una foto de Stitch, una gata calva y tuerta, supo que tenía que adoptarla. “Sufrió una herida en un ojo que se habría curado con medicación, pero su criador no la llevó al veterinario,” escribe la rescatadora. “
Cuando empeoró, el criador la abandonó, el veterinario se la llevó y la operó para quitarle el ojo que ya no podía ser salvado.” Aún así, esto no evitó que Phoebe viera la belleza en ella: “Me enamoré a primera vista y me la traje a casa.” Solo le preocupaba una cosa: como se llevaría el gato con su perro…
Resulta que no había nada de lo que preocuparse. Stitch se sintió cómoda desde el primer momento, y parece ser que el adorable dúo se volvió inseparable: “Estaba acostumbrada a que Alaska, mi perro, me siguiera a todos lados, hasta al retrete y a la ducha.
Ahora, lo hacen los dos,” dice Phoebe. “Comen juntos, duermen juntos, juegan juntos y estoy segura de que si dejáramos salir a Stitch a la calle, también harían caca juntos”.
Comentarios 0