“Pensé en mi propio hijo aún bebé en casa. El oso parecía ser una cría también. ¿Iba a quedarme ahí y verlo morir en la lluvia? No… Tenía que hacer algo.”
Así que cogió al oso y salió corriendo hacia su coche. “Durante todo el rato, estaba seguro que de una furiosa madre osa vendría a por mi.”
Cuando llegaron al coche, el osezno dejó de respirar. Hancock le hizo el boca a boca y el animal volvió a respirar de nuevo. El rescatador lo llevó al veterinario, donde se va fortaleciendo cada día tras ser tratado por deshidratación severa y desnutrición.
Sin embargo, según el departamento de Fauna y pesca de Oregón, Hancock debería haber sido multado con 6000$ por ayudar al oso. O incluso peor, debería haber sido penado con un año de cárcel. Por suerte, no habrá castigo para este hombre amable.
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