En un inicio recogieron a Roxy, una pequeña Fox Terrier que no tiene una articulación en la cadera, lo que le impide caminar normalmente. Una semana después le dieron asilo a Nala, una pitbull que falleció a los pocos días por problemas cardíacos. El vacío que dejó la pequeña hizo que Boggs y su marido adoptaran a dos pitbull, a quienes llamaron Jake y Rosie. El primero iba a ser sacrificado porque su dueño ya no lo quería, y la segunda estuvo involucrada en varias peleas callejeras, por lo que su vida estaba en peligro porque en ese entonces la policía trabajaba bajo la premisa de disparar a cualquier pitbull que se atravesara en el camino.
Más adelante rescataron a Edith, un cruce entre un terrier y un galgo italiano. La familia aumentó demasiado pero no fue suficiente, los esposos tenían más amor para dar, por lo que adoptaron a Mía, una gatita que huyó de un refugio para felinos.
Y al final... se sumaron dos tiernos patos, a quienes llamaron Gertrude y Donald.
Ahora todos se han vuelto una familia y estos siete inseparables hijos disfrutan de modelar juntos y adoran los fines de semana, que son los días dedicados a llevarlos de paseo.
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